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domingo, 18 de abril de 2010

Alguien...

Alguien para perderse a mi lado y después rescatarlo de laberintos sin sentido. Alguien que saque la espada y me defienda de víboras, pirañas y putas. Alguien a quien coser disfraces en los días malos y convertirlos en buenos. Alguien que me saque la lengua cuando me ponga tonta y me haga enmudecer. Que no dé por hecho que voy a estar siempre ahí, pero que tampoco lo dude. Alguien que no pueda caminar conmigo sin cogerme de la mano. Alguien que no me compre con regalos pero que tenga mil detalles de papel, que no le guste verme llorar y que me haga reír hasta cuando no tengo ganas, que de vez en cuando me persiga por los bares para conocerme otra vez. Alguien que cuando le mire y me mire, me tiemblen las piernas sin remedio. Alguien que esté loco por mí y no se olvide de decírmelo todos los días de resaca, que si se pone animal sea solo en la cama, y me mate a besos por la mañana.
Alguien que si mira a otra, me guiñe un ojo y luego se ría de mis celos tontos.
Pero sobre todo…
Alguien que no tenga que perderme para darse cuenta de que me ha encontrad
o.

Por qué será.....

Por que será que nos lamentamos tanto cuando nos decepcionamos, perdemos y erramos?
El mundo no acaba cuando nos engañamos o nos engañan; cambia, tal vez, de dirección.
Pero necesitamos sacar partido de nuestros errores.

¿Por qué todo tendría que ser correcto,
coherente, sin fallos?
Las caídas hacen parte de la vida y de nuestro
aprendizaje de ella.
De que duele, duele. ¡Ah! ¡Eso no se puede negar!
Duele en el orgullo, principalmente.
Y entre más gente involucrada,
más nos duele el orgullo.

Por lo tanto, lo humillante no es caer,
sino quedarse en el suelo mientras la vida
sigue su curso.
El problema es que juzgamos al mundo según
nuestra particular forma de verlo
olvidándonos de que existen millones
y millones de miradas diferentes a la nuestra.

Pero no está obligatoriamente equivocado quien piensa diferente de nosotros solo porque piensa diferente.
Y tampoco está obligatoriamente en lo correcto.
Todo el mundo es libre de ver y sacar sus propias conclusiones sobre la vida y sobre el mundo.
A veces acertamos, otras erramos.
Y somos normales así.

Entonces, en una discusión, en una pelea,
detente un segundo y piensa:
"¿Y si yo estuviera equivocado?"
Es una posibilidad en la cuál rara vez
queremos pensar.
Nuestro "yo" nos ciega demasiadas veces.
Nuestro celo, nuestro orgullo y hasta,
por que no, nuestro amor.

No vemos el lado del otro y no lo queremos ver.
Y así somos, muchas veces injustos tanto con el prójimo, como con nosotros mismos, pues no aceptamos la oportunidad de aprender algo con alguien.
He ahí el por qué tanta gente se mantiene en esa posición que provoca desavenencias,
guerras, separaciones.

Nadie cede y las personas acaban quedándose solas.
Y ¿De qué sirve tener siempre la razón,
saberlo todo, si al final lo único que nos queda es la soledad?
Vivir es dar.
Y no se da sin humildad, sin generosidad, sin amor en el corazón.
Si nos cerramos, si cerramos nuestra alma y nuestro corazón, nada va a entrar.
¿Y acaso conseguiremos valernos por nosotros mismos?
Yo lo dudo.
No caminamos siempre en la cuerda floja,
pero a veces es el único medio para cruzar.

Somos mucho más resistentes de lo que creemos; la propia vida nos enseña a sobrevivir, vivir sobre los acontecimientos y a pesar de todo.
¡Nunca dudes de tu poder de supervivencia!
Si dudas, caes.

FE, FUERZA y VALOR para continuar el
maravilloso viaje de la vida.